Este trabajo comenzó con la idea de dedicar, durante un período aproximado de un año, gran parte de mi tiempo y atención a una serie de actividades relacionadas con el baile. En esa época estaba interesado en el valor particular que podía encontrar en el desarrollo de actividades que requirieran un esfuerzo considerable y cuyo resultado fuese difícil de cuantificar. El baile es una actividad en la que normalmente no me habría involucrado; mi defectuoso sentido del ritmo y sobretodo la timidez me habían mantenido alejado de ella.
Al ir desarrollando el trabajo, mis ideas respecto al planteamiento inicial cambiaron poco a poco; ya no existía esa obsesión autoimpuesta. Sin casi darme cuenta, el baile era en muchos casos el primer nexo que mantenía con ciudades nuevas en las que me encontraba y esos momentos significaban de alguna manera un parteaguas en mi relación con el lugar debido, por ejemplo, a que me llevaban a hacer mis primeras amistades. Por esto, Caballo fue adquiriendo una carácter casi ritual en donde el movimiento de mi cuerpo determinaba la relación con esos sitios nuevos. A veces, cuando tengo ganas, dibujo esos sitios en donde recuerdo haber bailado.
El título del proyecto viene de un término que se utilizaba en los maratones de baile en los años 30 en Estados Unidos. Así es como se le llamaba a todo competidor que lograba superar las 500 horas continuas sin parar de bailar.
Lápiz sobre papel, 21 x 29.7 cm c/u.
Trabajo en proceso comenzado en 2006
Premio Miquel Casablancas. Barcelona, 2006