A finales del año 2005 conocí el caso de un viejo coche de carreras de rallyes amateurs que llevaba algunos años en estado de abandono después de una ajetreada vida. Contacté a Agustín, su dueño, y le pedí que me permitiera hacerlo bailar.
Durante una madrugada, sin presencia de público, el coche bailó en el patio de La Casa Encendida en Madrid y la acción fue registrada por medio de un vídeo. Un pequeño monitor colocado en el sitio del acontecimiento estuvo reproduciendo la grabación del evento durante tres meses.